miércoles, 13 de mayo de 2009

COSMOGONÍA


A VECES OLVIDO QUIEN SOY

Ahora sé cuál es la cualidad de no tener nombre y de tener emoción y carácter. No había visto concretamente esta cualidad en ningún sistema más amplio que un árbol.
 Entenderme en los fragmentos amplios del mundo, en todas las cosas, una sonrisa, me hace sentir que todo posee una riqueza infinita. Las cosas vivas y las “inertes” tienen vida, solo que van viviendo más lentas.
Esta cualidad sin nombre es lo más precioso que tenemos. Y soy libre en la medida que poseo esta cualidad, es por eso que olvido quien soy, porque quiero ser libre, vivir.
Soy libre en el instante en que sonrio y sé que soy yo misma y me siento perfectamente cómoda riendo. Lo mismo en la tristeza. Yo canto y expansiva voy ajena a todo salvo a lo que está en mi interior en el preciso segundo que lo hago.
En esta libertad desatada, en esta pasión irrumpe mi vida, en el instante en que me abandono. Es el momento en que toda mi fuerza puede moverse en mi interior. 
En la naturaleza, esta cualidad transcurre en el instante, no hay imagen que interfiera. Pero en la creación interfieren todas las imágenes, por eso es bueno usar imágenes para crear. Pero no son buenas para aplicarlas en nosotros mismos, porque distorsionan nuestra verdadera naturaleza.
Solo somos libres y poseemos la cualidad natural cuando renunciamos a las imágenes que creemos guían nuestras vidas.
Pero, tenemos miedo a abandonarnos. A ser exactamente lo que uno es, a dejar que las fuerzas fluyan en libertad, a dejar que la configuración de la persona se adapte auténticamente a las fuerzas naturales del universo.
Nuestro abandono será rígido y doloroso en la medida que apliquemos en nosotros mismos las ideas u opiniones que otros tengan a cerca de nosotros mismos, o nos aferremos demasiado a nuestras imágenes de cómo vivir y contener nuestras fuerzas.
Mientras permanezcamos así contenidos habrá rigidez en nuestra boca, tensión nerviosa en los ojos, algo duro y quebradizo en la forma de andar, en el movimiento corporal.
Pero es posible pertenecer a la infinita variedad de gente real, con fuerzas amplias y totalmente distintas, requiere una gran creatividad encontrar la resolución de la persona libre de estereotipos.
La vida puede ser plena si se vive cara a cara con la muerte, caminando por el borde de aquello que el temor nos impide hacer.
El riesgo es la vida, todo el resto es espera.
El temor nos impide ser nosotros mismos, ser únicos en el mundo, cobrar vida… puede ser nada más que el miedo a renunciar a la imagen. No hay nada que guardar ni nada que perder, la cualidad de no tener nombre es que nada tiene nombre en verdad.
Cuando las fuerzas de una persona están resueltas nos sentimos cómodos, porque sabemos (sin sexto sentido) que no acecha ninguna fuerza inesperada. La persona actúa de acuerdo a la naturaleza de las situaciones en que se encuentra sin distorsionarlas. En su conducta no hay imágenes que alguien imponga, ni fuerzas ocultas: es libre sencillamente. En consecuencia nos sentimos relajados y en paz a su lado, a eso llamo AMOR.

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