los nombres
amontonados si escribías tenebrosos exámenes de conciencias atormentadas por lo
divino.
Páginas y
mil maravillas del terror, vida de idiotas, oscuras figuras de asesinos,
que se
hacen amar para sentir el dolor de la culpa por almas que parecen
lirios…
Dolientes
retratos de madres despeinadas de dolor, mujeres caídas, fantasmas, monjes todos reunidos.
La
pobreza le daba solemnidad al momento y yo callé ahí mismo, la caravana apura
la antigua ruta que camino…
Y el eco resonaba
golpeando los tímpanos y el viento arrastraba los nombres, luego cesó el fuego de aquel
torbellino,
al viento
la noche lo abrazó en sus sombras y la pluma que se me fue con la lluvia ahora
está en tu bolsillo.
La fusa
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