miércoles, 21 de enero de 2009

Magnate


Como atravesé los escombros y mecas carbonizadas en lo oscuro, misterioso.

Encontré la verdadera grieta por donde se filtra el olor indudable a mortandad y angustia 

que emana el bodegón de sal que es san Antonio, 

mi ropa me pareció uniforme,  

una enfermera sangrienta que  rió del susto donde el miedo existe.

Fregué la escena para encontrar el signo, 

el rastro del propietario oscuro, 

lo que encontré fue nada, encontré nada. 

Estuve a punto de dejar la ruina esperanza 

cuando oí un quejido 

casi inaudible que torció mi oído,  

sonó el ser un gemido femenino, un quejido joven, lamentable, 

miedo funesto de perros se coló cuando caí a la tierra, frenesí, 

se rizaba en posición fetal como un acto de defensa. 

Sin embargo, cuando el quejido repitió, comprendí que esto era de verdad un ser humano, 

como yo pudro sin distinguir la palabra: 

diecisiete grandes invocaciones fueron abiertas por la noche  , porque el dogma horrible tropezó en sus ojos.

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