miércoles, 4 de diciembre de 2013

La llamada - La fusa


Déjalo que caiga y que se quiebre en partes desde la ventana, simplemente contempla los ecos de esa visión y escucha los talán de las campanas. Te llaman.

Desde el corredor a la torre oscura que se oculta
detrás de los árboles y los arbustos que envuelven la tarde
junto al brillo fulgente de toda la luz del cielo, aunque se rompan sus alas.

Deja que caigan sus alas de barro o se arruine la pintura,
junto al aire solemne de la paz en las fauces blancas
porque es solo un brote o espora que llama vísperas vanas.

Déjalo solitario y también al pastor acomodado descansando el tedio, 
contemplando las eras vespertinas, alumbrado tras la ventana,
con esa pálida impresión que es tan intensa y que ahora puede sentir el sonido y los espacios blancos que se abren en mil pedazos
con la figura cuando estalla.

No lloremos la condición infinita que finalmente dará la vuelta y cerrará la puerta mirando por la ventana cuando le sea imposible hacer nada.

Los pensamientos llueven su constante fulgor como estrellas sobre la fría existencia de un mar cósmico en palabras sabias,
y que otros conocen, o dicen conocer, y que nunca brillaron para mí con luz absolutamente blanca.

Los pensamientos alumbran como centellas el cielo de los espíritus, 
y  no se irán conmigo una vez que iluminen mi alma, 
pues presurosos huirán y jamás regresarán de nuevo a calmar mis ansias.


Quedarán bailando ante la numerosa asamblea estelar que anuncia a los cautivos su rebeldía contra su dios y sus papas.

La fusa

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